EL PESO DE LAS INSTITUCIONES

 

A los políticos se les conoce por las actitudes, no por las palabras; por las decisiones, no por las promesas. En pocas horas en el poder, Pedro Castillo abandonó la careta y no ha sido necesario escuchar sus palabras para terminar de conocer sus reales intenciones. Señalar esto no es un ejercicio de cinismo ya que los resultados de primera vuelta dejaron a la ciudadanía con la obligada decisión de voto entre pésimos candidatos, el profesor radical desconocido y la potencial delincuente por confesión de partes involucradas. La mala calidad de las candidaturas era previsible y coincidentemente radical (de polos opuestos).

La traición

Los aliados de Pedro Castillo, partidos progresistas de izquierda y de centro, intentaron darle algún chance político, prestarle el capital político que necesitaba el desconocido profesor chotano. Meses de infructuosos esfuerzos y deslindes racionales acabaron en un solo día. Nos quedará el recuerdo de un derrotado Pedro Francke, de un cabizbajo Aníbal Torres caminando solo bajo la lluvia, de una desaparecida Verónika Mendoza y la declaratoria de rechazo del Partido Morado.

¿Cuál es el plan político de Perú Libre [dixit] Vladimir Cerrón y Pedro Castillo? Parece que copiar los métodos de las dictaduras populistas del continente. El primer mensaje presidencial a la Nación tiene claves a considerar. Abandonar el edificio del Palacio de Gobierno le daría a Castillo la oportunidad de escapar del escrutinio público, permitiría evitar el control de visitas e incómodos controles constitucionales a los que está obligado en la sede del Ejecutivo. Primer signo de turbiedad. Segundo, el descarado ofrecimiento de “proyectos de desarrollo” a las fuerzas armadas, es decir, millonarios presupuestos para sembrar cemento y acero, exactamente la misma estrategia que utilizó el presidente japonés en los noventa, asegurando las firmas de sujeción de los generales y almirantes corruptos, logrando la “lealtad militar” y el descalabro moral de las instituciones militares. Si Pedro Castillo logra una hipotética “lealtad militar” a su gobierno, el cambio de la Constitución y la perennización en el poder queda virtualmente asegurada (y única forma de conseguirlo).

Las instituciones

El Perú de hoy es muy distinto que el de los noventa. Las instituciones políticas han demostrado mayor capacidad, independencia y resistencia. Paradójicamente, eso ha favorecido al candidato Castillo para alcanzar la presidencia, pero podría ser su final si continúa cruzando la delgada línea roja, no solo de la incorrección política sino de la incorrección administrativa y constitucional. El Ministerio Público y el Poder Judicial, con sus defectos, vienen atacando la corrupción frontalmente y como nunca en la historia del Perú. Creer que la ciudadanía y las fuerzas armadas de hoy apoyarán a personajes muy ligados a grupos extremistas y terroristas es iluso. Creer que sin aliados en el Congreso se permitirá la dación de leyes populistas y reñidas con la voluntad popular es necedad. Pretender ser dictadura sin poder, es ridículo.

El Congreso, Ministerio Público, Poder Judicial y el Tribunal Constitucional tienen en sus facultades la fiscalización del Ejecutivo y la imprescindible ejecución de los pesos y contrapesos democráticos que, sin duda, será apoyado por la mayoría de la ciudadanía.

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