LOS GIGANTES DEL CENEPA V

Mi-25 07-02-2009 Escribir la historia de hombres es relativamente fácil. Escribir la historia de los hombres que mueren por un ideal es más complicado. Describir las circunstancias de su sacrificio es aun más difícil y el autor corre el riesgo de perder la perspectiva histórica de la misión en la que perdieron la vida. Si el autor ha sido testigo de los hechos, acarrea la enorme carga emocional y el espíritu de los protagonistas, que como espectros, invaden la memoria y la tranquilidad de quienes sobrevivimos. Martin Luther King dijo que, “al final, recordaremos, no las palabras del enemigo, sino el silencio de nuestros amigos”. Esta es la razón por las cual grito a voz en cuello el nombre de los Gigantes del Cenepa, para que sus espíritus puedan volar lejos de la bruma del olvido. Sin embargo haber sobrevivido a un ataque aéreo, no existe para mi pasaje más espiritual y emotivo que el que aconteció el día 7 de febrero de 1995. Estando en el Destacamento Aéreo Avanzado en Ciro Alegría, la radio recibió urgentes llamados de auxilio de las patrullas. Habiendo recuperado Base Sur, la cercanía de dicha posición a Coangos la convertía en un fácil blanco para la artillería enemiga desplegada en la zona, sumado a un nutrido fuego de morteros, desplegados a lo largo de las trochas que bajan hacia el oeste de Coangos. Al Ejército le preocupa las bajas que empiezan a sumarse por lo que solicita un inmediato apoyo aéreo cercano. De pronto, el comandante del destacamento FAP se encuentra en una posición muy complicada. Tendría que decidir entre lanzar la misión de ataque o abandonar a las tropas que requerían el apoyo de la FAP. La decisión es difícil si tomamos en cuenta el conocimiento que ya se tenía del dispositivo antiaéreo enemigo, especialmente de los misiles Blow Pipe y los letales Igla. Este es uno de esos momentos en las guerras en la que los comandantes se encuentran acorralados por del destino, cualesquiera la decisión que tomara, acarrearía serias fatalidades. Se decidió por el ataque aéreo. Ahora la responsabilidad estará en las manos de la FAP. El Briefing resultó complicado y tenso. Desde mi discreta posición de observador, jamás percibí, por parte de las tripulaciones, la menor duda en realizar la peligrosa operación. Tendrán que atacar las faldas del cerro que baja desde la línea de frontera, al oeste de Coangos. Las patrullas han identificado la posición de numerosas tropas enemigas en aquella área. Los helicópteros Mi-25, dispararán cientos de cohetes con la intención de desarticular el dispositivo de artillería oculto en el bosque. Serán dos grupos de ataque. Dos helicópteros atacarán por el oeste dividiendo la atención del enemigo y otros tres desde el sur sobre el objetivo principal. El destino me impulsó a acercarme a observar la nave que preparaba la tripulación del Comandante Schenone. Durante algún rato miré a al Sub-oficial Erick Díaz preparar la máquina para la misión, mientras los hombres de armamento abastecen los cañones y las coheteras. El copiloto, Capitán Raúl Vera, está removiendo el protector de la ametralladora. Bromeamos un poco para relajar la gravedad del momento, pero su rostro está tenso mientras sube a la cabina. Me muevo al pié de la cabina de Marco Schenone, está acomodando su maletín en el área de carga. Al terminar se dirige hacia donde me encuentro. Cuando está por subir a la cabina duda un instante, se voltea clavando sus bondadosos ojos negros en los míos. Alza la mano derecha y coloca en paternal gesto sobre mi hombro – “Izquierdo”- Es difícil describir la manera que pronunció mi apellido, pero no se trataba de una simple palabra, más bien, sonaba como un discurso que atravesaba mi alma, una palabra acompañada de la elocuencia de una trágica e insospechada despedida. He atesorado en mi corazón el privilegio que me regaló el destino al acompañar a estos valientes hombres durante sus últimos momentos. Minutos más tarde caerán, habiendo cumplido la misión que jamás dudaron en realizar. Más tarde me enteraría que Marco Schenone habría dicho en el dormitorio de pilotos que la misión era difícil, pero que la cumplirían, ya que para eso se habían preparado, por eso se han convertido en aviadores militares. Para el lector ajeno al trajín militar puede ser difícil comprender la magnitud de la situación, para mi es difícil encontrar las palabras correctas para interpretarla en tan corto espacio. Debo confesar que los detalles de estas historias han sido plasmados en un libro que, espero vea la luz pronto y cuyo objetivo es rescatar la memoria de estos valientes hombres, caídos hace 14 años atrás y que hoy debemos llamar con orgullo, Los Gigantes del Cenepa.

Comentarios

Anónimo dijo…
honor y gloria a nuestros soldados, a nuestras FFAA, recordemos que estamos rodeados de 5 países que son nuestros enemigos, jamás debemos confiar en sus "buenas intenciones" porque a la primera que nos descuidamos, ahí estan, para fregar la vida, pero ahí estará el soldado del Perú, castigando con absoluta severidad al cobarde e infeliz enemigo

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