LOS GIGANTES DEL CENEPA IV
Estimado lector, en el presente texto me veo obligado a realizar un salto en la historia, que en el caso de las operaciones del Alto Cenepa, avanzan más rápido que mi lenta pluma. Con posterioridad entregaré la historia correspondiente a los días anteriores (Los Gigantes del Cenepa V).
A estas alturas del conflicto, hace 14 años, las Fuerzas Armadas del Perú han organizado los dispositivos de combate rápidamente. La flota de guerra se encuentra navegando a una ubicación secreta en el pacífico y el Ejército se encuentra reforzando las posiciones en la frontera norte. En el Teatro de Operaciones, las patrullas peruanas han desalojado a las tropas ecuatorianas de las cota 950 (Cueva de los Tayos) y de la posición conocida como Base Sur, recuperada el día 2 de febrero. En el escenario político, los garantes han presentado un proyecto de paz que el Perú está dispuesto a aceptar inmediatamente, pero que el gobierno Ecuatoriano ha pedido tiempo para estudiar. El cese al fuego aún está muy distante.
En la madrugada del día 6, desde la base de Pisco, una escuadrilla de aviones Camberra ha despegado rumbo al Alto Cenepa. Los veteranos aviones de fabricación británica, tienen la misión de bombardear las posiciones enemigas al oeste de Coangos. Volando en absoluto silencio de radio, los pilotos y navegantes alistan las bombas que reposan en las entrañas de las máquinas. La oscuridad y las nubes los cubren de la artillería enemiga, pero también dificulta el vuelo a muy baja altura sobre traicioneros picos en la cordillera de los Andes. Sobre el objetivo abren las compuertas del bomb bay para dejar caer varias toneladas de explosivos en la selva del Cenepa. Informes de testigos en tierra afirman que, la fuerza de las explosiones sacuden las colinas y valles adyacentes con ensordecedora fuerza. Es posible que el antiguo y tupido bosque haya salvado a cientos de potenciales víctimas, pero el daño producido ha sido considerable y efectivo. Una a una, las aeronaves viran hacia el sur para retornar, descendiendo sobre la selva para ocultárse del radar enemigo. El rumbo los llevará directamente hacia la tierra de los antiguos Chachapoyas, a una cordillera que se levanta al sur de la planicie del Marañón. Los pilotos y navegantes debe ser muy cuidadosos con los cálculos de navegación. La escasa luz del amanecer, la abundante nubosidad del invierno andino y la poco confiable información de las cartas de navegación norteamericanas, conspiran contra la difícil misión.
En Pisco, las malas noticias llegan pronto. Una de las aeronaves no ha reportado su ubicación. El operador de radio intenta infructuosamente comunicarse con la tripulación del avión faltante. La respuesta es el silencio. Este día la Fuerza Aérea ha perdido a los primeros aviadores caidos en defensa de la patria, los Capitánes Percy Phillips y Miguel Alegre.
Al día siguiente estoy volando en un helicóptero Twin 212 sobre las cordilleras de Chachapoyas. Nuestra misión es localizar la aeronave que se presume ha caido en algún lugar a lo largo de la ruta de retorno. Agudizamos la vista, pero el esfuerzo resulta estéril. Eternas y gruesas nubes ocultan los altos picos de las montañas que rodean nuestro helicóptero.
Varias hipótesis intentan explicar la desaparición de estos valientes aviadores, pero esta vez, los celosos Apus Chachapoyas guardarán en su divino seno el misterio de estos dos Gigantes del Cenepa, el capitán FAP Percy Phillips y el capitán FAP Miguel Alegre.
IIE
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