NI LA ESPERANZA NI EL OPTIMISMO SON MÉTODOS


Si en algo somos absolutamente ricos es en tener esperanza, optimismo y confianza en el futuro. Tenemos la esperanza de que la corte de la Haya sancionará nuestro justo reclamo. Somos optimistas al pensar que las inversiones chilenas serán un freno ante cualquier aventura bélica de los mismos, ya que no soportarían el descalabro de sus inversiones actuales y futuras. Somos optimistas de que el parlamento chileno aprobará el acuerdo de libre comercio con el Perú, el mismo que su contraparte peruana nunca revisó. Confiamos en todas los organismos supranacionales como el FMI, Banco Mundial, OEA, ONU, etc a quienes obedecemos con esperanza. Tenemos la esperanza de que Estados Unidos se comporte como una especie de gendarme mundial y evite toda confrontación en su patio trasero. Somos optimistas y mantenemos nuestras reservas internacionales pensando que el dólar nunca se devaluará. Con extrema esperanza el BCR evita que el tipo de cambio sufra variaciones comprando, para las arcas del tesoro, más dólares que, confían, nunca se devaluarán. Por último, confiamos en que el mercado solucionará todos los males del Estado, la falta de inversión, el congelamiento de los sueldos, las negociaciones de los contratos de extracción... ¡ha! y confiamos en que el medio ambiente se podrá limpiar por decreto ley.

¿En que estamos pensando?

Tener esperanza y optimismo no es malo, pero no son métodos, no son políticas de Estado ni estrategias de defensa. La esperanza y el optimismo caminan por el campo de la metafísica, de lo intangible y lo ingobernable. Dejar de actuar con racionalidad es actuar ideológicamente, dando la espalda a las señales de la realidad.

Percibimos el optimismo de los gobernantes y la esperanza en el desenlace de la reclamación peruana ante los organismos internacionales. El tono tranquilo y conciliador de los ministros es comprensible y necesario para no empañar el horizonte jurídico. Pero Chile ha recibido el mensaje y está dando evidentes muestras de preocupación y de realismo. El anuncio de la capacidad de compra de armas (aparte de las millonarias ya realizadas), los pasos de la cancillería en obtener alianzas con vecinos y el obsequio o venta a bajo precio de material de guerra a Ecuador no son casualidades. Son los pasos lógicos que una nación realizará, cuando sus intereses particulares son amenazados, con el fin de neutralizar la amenaza en el horizonte.

Tomasso Caivano, historiador italiano, escribió en 1882 que “...Chile no ganó la guerra, el Perú la perdió...”. Como extranjero, fue un observador objetivo de los acontecimientos de la guerra. En su obra - poco referenciada en nuestro medio - describe la codicia, el descalabro, la inacción y la irracionalidad del caudillo y de la clase dominante de la época, la cual abrió paso con relativa facilidad al expansionismo chileno. Abandonaron al ejército y la marina a su suerte. La posterior resistencia fue inútil y nos dejó el altar lleno de héroes sacrificados.

No necesitamos más héroes, necesitamos victorias. Victorias en empresas poderosas de peruanos. Victorias en un sistema financiero que piense por si mismo y de acuerdo a la realidad nacional. Victorias en la firma de contratos justos para la Nación. Victorias en un sistema educativo que permita a cada ciudadano ser útil para el desarrollo. Victorias en el campo diplomático respaldado por un país poderoso. Victorias militares, a tal punto que se obtengan antes de haber realizado el primer disparo y no abandonar nuestra posición de país pacífico, tranquilo y poderoso como el oso, que sabe usar sus garras y dientes.

Esto se logrará en la medida que se desarrolle un pensamiento propio, métodos propios. Una corriente de pensamiento lógico, basada en una real interpretación del mundo y de las interacciones que ocurren a diario. Esta interpretación generará las hipótesis que debemos confirmar con la ciencia, con el pensamiento racional y sistemático, alejado de todo prejuicio, sentimentalismo o simple esperanza en que las cosas ocurrirán. El futuro no está escrito, se escribe mientras llega y mientras mayor control se tenga, mejores serán los resultados.

Esta será la revolución del pensamiento la verdadera y más útil revolución que el Perú tendrá jamás y garantía de nuestra supervivencia.

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