CORAZÓN PATRIOTA

Tengo el orgullo de provenir de una valiente familia tarapaqueña, de esos que jamás se doblegaron ante el invasor y que siempre fueron peruanos. Las abuelas lucharon prodigiosamente en contra de la chilenización inculcando el amor por la verdadera patria a sus hijos y los abuelos soportaron e stoicamente el maltrato del enemigo y el abandono de nuestros gobernantes.

Finalmente la estupidez y la traición perdieron a Tarapacá. Nuestros abuelos no se doblegaron y respondieron mostraron en procesión al bicolor nacional, hermoso acto que subsiste hasta nuestros días y constituye una de las pocas muestras de desagravio a la Madre Patria. Un hermoso y emotivo saludo a la bandera.

La historia del Perú está escrita con la sangre de los que fueron traicionados por la enquistada clase dominante. Egoístas en extremo, solo responden a intereses particulares y su concepto de nación se resume a la posesión de un pasaporte extranjero para poder escapar del país cuando las papas queman.

La historia parece un círculo vicioso. La historia regresa para jugar con nosotros la terrible ironía de la fatalidad. El mineral -guano del siglo XXI- nos ha dado una riqueza sin precedentes y de la que ningún peruano realmente disfruta. La historia nos ha traído a un Piérola con esteroides a gobernar en nombre de los intereses extranjeros. Piérola perdió la guerra con Chile por codicioso e ignorante. La historia regresa inexorable para hacernos recordar que la patria fue mancillada en un momento de vulnerabilidad. El Perú se encontró desarmado en 1879. En el 2008 el Perú está desarmado.

¿Le importa a alguien? No lo sé... a mi me importa. A mis células le importa. Ellas llevan impreso el ADN de un Tarapacá traicionado y perdido. Glóbulos rojos y blancos que bombean amor a la patria y rechazo a la afrenta de la madre tierra que nos vio nacer. Mis genes gritan ¡peligro, que la historia se repite!

Recuerdo a los abuelos describir al invasor... “son como un tigre, no por que sean valientes, sino por traicioneros. Cuando te volteas lanzan el zarpazo por la espalda. Son unos cobardes”. Los abuelos vivieron con el invasor metido en sus casas. Sabían de lo que hablaban. ¿Hay que hacer negocios con ellos? Claro que sí, pero sin darles la espalda.

Alguna vez juré no mancillar el brillo de mi espada. Hoy pienso que si la desenvaino no será solamente para luchar. Después de esta batalla, la envainaré con la humeante sangre de los traidores, la peor clase de enemigos.

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